“Me levanto triste. No sé lo que me pasa pero no puedo apartar de mí ese sentimiento. Nada me entusiasma. “

Más del 20% de las personas muestran una tristeza inexplicable. No saben qué hacer para salir de ese estado.

Para poder gestionar esa emoción lo primero es ser conscientes de ella: “Estoy triste”, lo segundo sería no rechazarla. “Estoy triste, bien. Esto es un sentimiento normal que no se va a quedar conmigo para siempre”.

Debemos entender que todas las emociones son necesarias. Nos ayudan a establecer distancia con las situaciones dolorosas. Nos vamos adaptando y conseguimos superarlas. En ocasiones tenemos motivos para sentirnos tristes, pero en otras no hay nada por lo que sentirnos así.  En estos casos, en la mayoría de las ocasiones  no se debe a que nadie nos quiera, sino más bien es la consecuencia de no quererse a uno mismo. Nos sentimos tristes y pensamos que nadie nos comprende. En  muchos de estos  casos el origen de este mundo atormentado hay que buscarlo en la ausencia de cuidado y de afecto en los primeros años de nuestra vida. Esto hace que no nos queramos, que nos detestemos a nosotros mismos.

Aprender a gestionar nuestras emociones y  entenderlas, es un buen punto de partida.

Independientemente de si nuestra tristeza se debe  a un motivo interno, proveniente de una infancia falta de apego o a una situación externa puntual, el primer paso es aceptarla. Esto nos ayuda a tomar decisiones y adaptarnos a la realidad, ya sea esta positiva o negativa.

Aceptar  e identificar que estamos tristes, no es un síntoma de debilidad. La tristeza es una emoción necesaria y adaptativa que nos permite reorganizar nuestra vida y superar los eventos traumáticos, por tanto, sentirla forma parte de un proceso natural.

Las emociones que no expresamos, se acaban depositando en el cuerpo. Si sentimos rabia, podemos notar un nudo en el estómago, o un dolor en el pecho, síntomas de falta de aire y tensión. Esto es lo que el cuerpo expresa, aunque no tengamos ninguna lesión ni patología cuando no somos capaces de hacerlo de otra manera.

Si ya hemos identificado y aceptado que estamos tristes, identifica la zona del cuerpo donde sientes malestar aunque puede ser sólo nuestro pensamiento el que hace que nos sintamos mal. Piensa en que haría que mejorara esa emoción. Un buen paso, es intentar explicarla y darle sentido. Darse a uno mismo una explicación sencilla y serena de la emoción. Es fácil auto-reprocharnos cosas, pero esto no nos ayuda en la gestión de la tristeza. Frases como: “no soy capaz”, “debería…”, “no debo”… sólo mantienen el malestar, lo aumentan y atacan directamente a la autoestima. Así que MEJOR IR DESECHÁNDOLOS de nuestro lenguaje interno. Normaliza la emoción, la sientes y ya está.

Pero ¿cómo manejar la emoción una vez identificada?

Apunta los pensamientos negativos asociados a la tristeza. Vale, esto puede dar pereza, “ufff apuntarlos”, pero es un paso importante para reajustar el lenguaje interno. El pensamiento es muy rápido y desorganizado. Va dando saltos de un sitio a otro y al final sólo nos queda una sensación de tristeza inidentificable sobre la que no sabemos actuar. Así que, apunta. Apunta y lee después esos pensamientos. Este es el momento de intentar buscar una interpretación algo más realista y positiva de los pensamientos. Y sobre todo, ten en cuenta, que no son más que pensamientos. Eso no significa que sean reales, y otra cosa a tener en cuenta: todo pensamiento pasa. Ningún pensamiento se queda para siempre. Y este es el momento de pensar ¿cómo puedo sentirme mejor ahora? ¿Qué podría hacer? Si te gusta la música, es un buen momento para disfrutarla. En ocasiones un simple paseo al sol hace que nos sintamos mejor. También es un buen momento para llamar a un amigo y compartir un rato agradable, o realizar esa llamada que tienes en mente hacer pero que pospones esperando a encontrarte mejor, menos triste. Seguramente, si haces algunas de estas cosas, aprenderás a entender y manejarte con tu tristeza de una manera más adaptativa.