Podemos definir de manera coloquial los pensamientos automáticos como aquellos que nos vienen de repente a la cabeza sin que podamos evitarlo.

No suelen ser precisamente pensamientos positivos, más bien suelen ser negativos pero también tienen otras características como por ejemplo:

* Suelen ser cortos, con palabras concretas o imágenes visuales breves:

Un joven que temía ser rechazado se decía a sí mismo: «Ella no te quiere. Te encuentra tonto ». Un agente de bolsa se decía a sí mismo «déjalo», y se generaba así mismo depresión respecto a una pérdida financiera.

A menudo los pensamientos automáticos parecen taquigrafiados, compuestos por unas pocas y esenciales palabras o una imagen visual breve. Una mujer que temía las alturas se imaginó durante medio segundo que el suelo se inclinaba y sintió como si cayera por la ventana.

Esta imaginación momentánea disparó una crisis de ansiedad como si hubiera subido a una altura de tres pisos. El taquigrafiado está expresado a menudo con estilo telegráfico: «solo… enfermo… no puedo resistirlo… cáncer… malo». Una palabra o una frase corta funciona como un encabezamiento de un grupo de recuerdos temidos, temores o autorreproches. A veces el pensamiento automático es una breve reconstrucción de un suceso pasado. Una mujer deprimida retenía en la memoria la escalera de unos grandes almacenes en donde su marido le anunció por primera vez su intención de dejarla. La imagen de la escalera estaba muy ligada a todos los sentimientos asociados con aquella pérdida.

3.Los pensamientos automáticos, no importa lo irracionales que sean, casi siempre son creídos.

Un hombre que reaccionó con rabia por la muerte de su mejor amigo fue capaz de pensar por algún tiempo que la muerte le había llegado deliberadamente para castigarle a él. Estos pensamientos tenían la misma credibilidad que si fueran impresiones directas de los sentidos. Se adscribe el mismo valor de verdad a los pensamientos automáticos que a las percepciones sensoriales del mundo externo. Los pensamientos automáticos son creíbles porque casi no se notan, por lo que no son cuestionados. Simplemente no permiten ser probados, ni sus implicaciones y conclusiones son sometidas a un análisis lógico.

4.Los pensamientos automáticos se viven como espontáneos.

Entran de golpe en la mente; engañosos, a veces determinan estereotipos o juicios que parecen verdaderos.

A menudo los pensamientos automáticos se expresan en términos de «habría de, tendría que, o debería».

Una viuda tuvo el siguiente pensamiento: «Deberías salir sola; no puedes agobiar a tus amigos». Cada vez que el pensamiento se infiltraba en su cabeza se desesperaba. La gente se tortura a sí misma con obligaciones tales como «debería ser feliz… debería ser más enérgico, creativo, responsable, cariñoso, generoso». Cada «debería» precipita un sentimiento de culpabilidad o pérdida de autoestima.

Los pensamientos automáticos tienden a «dramatizar».

Estos pensamientos predicen catástrofes, ven peligros en todas partes y siempre suponen lo peor. Un dolor de estómago es síntoma de cáncer, una mirada distraída en la cara del amante es la primera señal de abandono. Las dramatizaciones constituyen la mayor fuente de ansiedad.

 

Los pensamientos automáticos son difíciles de desviar.

Puesto que son reflexivos y creíbles, los pensamientos automáticos se entretejen inadvertidamente a través del flujo del diálogo interno. Parecen ir y venir con voluntad propia. También tienden a actuar como señales de otro pensamiento. Todos hemos tenido la experiencia de un pensamiento deprimente que dispara una larga cadena de pensamientos deprimentes asociados.

 

Los pensamientos automáticos son aprendidos.

Desde la infancia la gente ha ido expresando aquello que piensa. Todas las personas han sido condicionadas por la familia, los amigos, y los medios de información para interpretar los sucesos de cierta forma.

Escuchar los pensamientos automáticos es el primer paso para conseguir el control de las emociones desagradables.

La mayor parte del diálogo interno es inocuo. Los pensamientos automáticos que causan daño, sin embargo, pueden identificarse porque casi siempre preceden a una situación de ansiedad.

Los pensamientos automáticos a menudo son relámpagos rápidos y muy difíciles de percibir. Transmiten una especie de breve imagen verbal, o son telegrafiados con pocas palabras simples.

 

¿Cómo podemos deshacernos de ellos? Pues bien, no es fácil pero sin duda puede conseguirse.

 

  1. Reconstruyendo una situación problemática, repasándola una y otra vez en la imaginación hasta que la emoción que provoca ansiedad empiece a emerger. ¿Qué se está pensando cuando surge la emoción?

Observemos los pensamientos como si se tratara de una película a cámara lenta. Escuchemos detenidamente el diálogo interno, frase a frase. Apreciemos el milisegundo que se necesita para decir un «no aguanto más» o el medio segundo de imagen de un suceso terrorífico. Apreciemos cómo se están describiendo e interpretando internamente las acciones de los demás: «ella está aburrida… Él está dominándome…».

2.- Desarrollando la frase taquigrafiada hasta completar la original de la que proviene. «Marearse» puede ser la frase taquigrafiada de «estoy mareándome y creo que voy a ponerme peor… No puedo resistirlo, voy a perder el control»,

«Loco» puede provenir de «me siento como si estuviera perdiendo el control y esto podría significar que estoy volviéndome loco… Mis amigos me rechazarán, voy a perderlo todo…». Oír el telegrafiado no es suficiente. Es necesario escuchar el silogismo entero para comprender la lógica deformada de la que florecen las emociones dolorosas.

Diario de pensamientos

Para apreciar el poder de los pensamientos automáticos y el papel que juegan en la vida emocional, cada persona debe escribir su propio diario de pensamientos y ver si el pensamiento automático primario tiene el mismo peso una vez analizada la situación en la que han aparecido.