Infantil y Juvenil
La depresión infantil es un trastorno afectivo que se manifiesta de manera diferente de como lo hace la depresión en los adultos. Los niños no suelen quejarse de depresión , pero a veces tras un fracaso escolar o un mal comportamiento puede haber un trastorno depresivo. Algunos de los síntomas que se pueden observar en niños (variables según la edad) son: irritabilidad, inseguridad, resistencia a jugar, timidez, dificultades en el aprendizaje, enuresis, terrores nocturnos, crisis de llanto, impulsos suicidas, cefaleas, crisis asmáticas, cambios de apetito y peso, trastornos del sueño, etc.
¿Cómo se interviene?
El tratamiento en la depresión infantil varía en función de la edad y de cada caso en particular. Consideramos primordial el trabajo con los padres, de manera que se conviertan en manipuladores del ambiente que rodea al niño. Empleamos técnicas como entrenamiento en Habilidades Sociales, Autoinstrucciones, mejora de la autoestima, etc. Y otras técnicas dirigidas a aumentar los refuerzos positivos.
Son un conjunto de comportamientos muy variados tales como: insultar, agredir, destruir objetos, negativismo, rabietas, hacer novillos, pequeños hurtos, escapar de casa, etc. Tienen que ver con la ruptura de las normas sociales exigidas a niños y adolescentes.
Los tratamientos de estos trastornos están centrados en la interacción familiar, el entrenamiento de padres, el aprendizaje de habilidades por parte de los chicos: entrenamiento en Habilidades Sociales, Habilidades de Afrontamiento, Resolución de problemas, Habilidades de automanejo, autocontrol, etc. También pueden usarse diversos tipos de intervenciones multicomponentes como: reforzamiento social y/o economía de fichas, contratos conductuales, procedimientos de castigo y recompensas, etc.
Son miedos desproporcionados en relación con las demandas de la situación. Se caracterizan por ser irracionales e involuntarios y porque conducen a la evitación de la situación temida e interfieren el normal funcionamiento del niño en su medio familiar o escolar. Muchas fobias que presentan los adultos se inician habitualmente durante la infancia o adolescencia. Algunas de las fobias que tratamos son: fobia escolar, a la oscuridad, a los animales, fobias sociales, etc.
Según las investigaciones, los procedimientos conductuales son muy eficaces. Las técnicas que se emplean están basadas en la exposición al estímulo fóbico (de forma progresiva) y en procedimientos operantes, que persiguen la manipulación de los estímulos consecuentes que mantienen los comportamientos de miedo y evitación fóbica (Evitación del estímulo y escape).
Aunque es más común llegando a la adolescencia, también es elevado el número de niños en edades más tempranas que vienen por ese motivo. Pueden ser niños que se ponen muy nerviosos ante los exámenes, que tienen poco autocontrol, baja tolerancia a la frustración… o que están viviendo situaciones complicadas como un divorcio, problemas con compañeros, problemas familiares…
En estos casos hay que trabajar con los niños entrenando el manejo emocional, que aprendan a gestionar sus emociones, y controlar su ansiedad. Pero también con los padres, para que sepan cómo ayudar a sus hijos en estas situaciones.
La ansiedad infantil es una respuesta de miedo intenso o alta activación ante lo que los niños consideran una amenaza, pudiendo ser ésta real o sólo percibida por el niño.
Dentro de la ansiedad infantil existen varios trastornos dependiendo de ante qué sufran la ansiedad y la intensidad de la misma. Los más comunes son:
• Fobias: Son miedos intensos a un objeto o situación muy específica. Son muy comunes el miedo a la oscuridad y a situaciones sociales, que hacen que el niño sea muy introvertido.
• Trastorno de ansiedad generalizado: Es una respuesta de estrés ante situaciones o actividades diarias que van desbordando al niño y no sabe cómo gestionarlas
• Trastorno de ansiedad por separación: El niño muestra dificultades en permanecer sólo o alejado de los padres, a los que se aferran constantemente
• Trastorno de pánico: Poco habitual en niños pequeños pero sí en adolescentes. La respuesta de activación es tan intensa que el niño acaba temiendo que vuelva a aparecer. Es lo que se conoce como “miedo al miedo.”
¿Cómo saber si nuestro hijo tiene ansiedad infantil? Podemos darnos cuenta de que el niño tiene ansiedad infantil si:
• Llora o tiene una alta activación fisiológica ante determinadas situaciones cotidianas.
• Incluso aunque no esté en presencia del estresor, lo anticipa, sufriendo durante el resto del tiempo. Se muestra tenso o preocupado y descentrado durante el día.
• Muestra conductas de evitación o rechazo ante lo que le da miedo. A veces estas conductas pasan desapercibidas puesto que evitan de manera disimulada, por lo que conviene observar y conocer bien al niño.
• Puede presentar irascibilidad, pérdida de apetito, trastornos del sueño.
• Se muestran especialmente apegados a los padres y verbalizan frases relacionadas con su miedo.
Niños que no van bien en el colegio, que les cuesta estudiar, o que tienen dificultades de atención. En estos casos hay que realizar una evaluación en profundidad de las dificultades de aprendizaje que tienen, saber cuáles son su puntos fuertes, en que procesos tienen dificultades, para poder establecer un correcto diagnóstico, y fijar un programa de reeducación de aprendizajes específico para cada niño. No hay que esperar a que el fracaso escolar se haya producido y el niño esté suspendiendo o que vaya a repetir curso. Lo ideal es evaluar al niño en cuanto comience a tener las primeras dificultades. Cuanto más pequeños son los niños, hay una mayor plasticidad cerebral, y será más fácil comenzar una reeducación de los aprendizajes.
Las dificultades de aprendizaje son aquellas características de un escolar que perjudican su desarrollo escolar cuando padres y profesores desconocen su naturaleza y, por ello, le exigen un ritmo o una cantidad de aprendizaje que no puede desarrollar.
Uno de los principales factores explicativos del fracaso escolar es, precisamente el desconocimiento por parte de los padres y profesores de alguna de estas características en sus hijos o alumnos.
Las investigaciones más rigurosas han llegado a la conclusión de que los Niños con Dificultades para el Aprendizaje son aquellos que, debido a una determinada configuración genética, presentan unos niveles inferiores a la media de su grupo de edad en:
1. Razonamiento general (la conocida como inteligencia lógica)
2. Atención Sostenida (capacidad para mantener la atención en una tarea sin distraerse)
3. Eficacia Atencional (capacidad para darse cuenta de los aspectos importantes de una situación)
4. Comprensión Verbal (capacidad para comprender mensajes recibidos oralmente)
5. Expresión Verbal (capacidad para expresar ideas de manera verbal)
6. Comprensión Escrita (capacidad para comprender textos)
7. Expresión Escrita (capacidad para expresar ideas por escrito)
Estos menores no son correctamente detectados en los primeros años de su escolaridad, sus profesores no pueden adecuar el ritmo y la metodología de enseñanza a sus características individuales. Esto, favorece que vayan retrasándose en su desarrollo escolar y suelen ser etiquetados como niños desmotivados o vagos.
Con el apoyo especializado, se facilita la recuperación de los diferentes retrasos y se favorece su progreso académico.
Los estudios están presentes en nuestra vida desde la infancia hasta la entrada al mundo laboral, y en ellos invertimos tiempo, esfuerzo e ilusión. Cuando algo falla y aparece el fracaso académico, buscamos culpables a nuestro alrededor, pero realmente no sabemos bien qué es lo que no ha funcionado. En la mayoría de las ocasiones este fracaso puede abordarse mediante el aprendizaje de técnicas de estudio.
Las técnicas de estudio son estrategias y procedimientos, asociados con la forma en que estructuramos nuestro pensamiento, cómo organiza nuestro cerebro la información o el funcionamiento de nuestra memoria. Pueden ser pequeños «trucos» o pueden ser herramientas potentes que nos servirán durante toda nuestra vida.
En Centro de Psicología Avances se ofrece desde un un enfoque profesional, personalizado y cercano, apoyo para superar las barreras académicas de la infancia, la adolescencia y la etapa adulta.
Una de las ocupaciones principales de los niños es la educación. El aprovechamiento del ambiente escolar es un reflejo de sus competencias como individuos. La mayor parte de los niños hacen lo que se espera de ellos a la edad que les corresponde.
Pero, en otros niños el aprendizaje no ocurre tan fácilmente; el niño parece incapaz de concentrarse o hacer una tarea y a pesar de todos los esfuerzos de los maestros y de los padres no aprende, originándose frustración y cansancio en todas las personas involucradas en su educación. Estos niños tienen necesidades educativas especiales.
Un niño tiene necesidades educativas especiales cuando manifiesta algún problema en su escolaridad que requiere atención específica y más recursos educativos de los habituales. Estos niños tienen problemas individuales muy variados, transitorios o permanentes, como déficit de atención, sensoriales o motores, así como hiperactividad, dificultades de lenguaje o de comunicación. Estos problemas suelen generar trastornos de conducta, emocionales y físicos, y dificultades en las relaciones sociales y de desarrollo.
Las dificultades para aprender interfieren con las tareas escolares. Como las mismas habilidades que se necesitan para dominar esas tareas son necesarias en otras actividades de la vida diaria, los niños también tienen dificultades en los juegos, para seguir reglas, hacer las tareas de la casa, vestirse, hacer mandados o seguir una pequeña conversación, es decir, si un niño tiene problemas para aprender en la escuela, frecuentemente tendrá dificultades en otras actividades de su vida diaria que alterarán las relaciones con los maestros, la familia y los niños de su edad.
Los objetivos de LA INTERVENCIÓN CON ESTOS NIÑOS, deben estar encaminados a promocionar especialmente el desarrollo de capacidades de relación social con los demás, es decir, a favorecer en estos niños la construcción y reconstrucción permanente de las metas de desarrollo humano integral y diverso, como son: autoestima, autonomía, creatividad, felicidad, solidaridad y salud. Con ello se logra la inserción y actuación en lo social, mejorando en gran medida las condiciones y formas de vida, no sólo del niño, sino de su familia.