Vayamos por partes.

Las funciones internas del organismo se regulan por nuestro sistema nervioso autónomo. Este, controla la actividad involuntaria de los órganos internos y las glándulas, regulando los procesos de la digestión, la secreción hormonal, el ritmo cardíaco, etc.

El sistema nervioso autónomo o vegetativo se subdivide en: 1) Sistema nervioso simpático. 2) Sistema nervioso parasimpático.

El sistema nervioso simpático, se encarga en parte de activar al organismo. Nos prepara para la acción, para la activación física y psíquica. Aumenta la tensión arterial, la frecuencia cardiaca, el ritmo respiratorio y la sudoración. Disminuye la movilidad gástrica e intestinal. El parasimpático, hace más lentas las funciones vitales relacionadas con la activación, disminuye el ritmo cardiaco y la frecuencia respiratoria. En cambio aumenta la motilidad y secreción intestinal, estimula la diuresis y la evacuación. Esto es, relaja al organismo.

Cuando efectuamos la respiración diafragmática el “trabajo” o movimiento muscular se centra en la zona baja de los pulmones, en la zona diafragmática. Es el movimiento del diafragma el que activa el sistema nervioso parasimpático, que se encarga de la “respuesta de relajación” del organismo, como ya hemos comentado.

La respiración diafragmática lleva gran cantidad de aire a la zona baja de los pulmones, que es la que tiene más capacidad, por ello garantiza una mejor ventilación, captación de oxígeno y limpieza de los pulmones con la exhalación. Además, ponemos a trabajar al nervio vago.

El nervio Vago empieza en la caja craneal, es uno de los pares craneales. Estos, son doce pares de nervios que surgen directamente del cerebro o a nivel del tronco del encéfalo para distribuirse a través de los agujeros de la base del cráneo en la cabeza, cuello, tórax y abdomen. El nervio vago, proporciona inervación a la mayoría de los músculos laríngeos y a casi todos los músculos faríngeos, y lleva fibras parasimpáticas a las proximidades de todas las vísceras abdominales. Es el nervio que confiere sensibilidad a las mucosas respiratorias (faringe, laringe, esófago, tráquea, pulmones y bronquios) y transmite el ritmo, la fuerza y la frecuencia en la respiración. Es el nervio vago el que pone en comunicación el diafragma con el cerebro.

Cuando se estimula este nervio, se producen los efectos de relajación y tranquilidad mental de forma eficaz y profunda.

 

Y… ¿cómo estimulamos el nervio vago?

Un método sencillo y eficaz es la respiración abdominal. Inspirando el aire por la nariz, y llevándolo el aire a la parte más baja de la caja torácica. La respiración se ha de hacer de forma lenta y profunda, para que se active el uso del diafragma.

Lo que debemos hacer es lo siguiente: inspiraremos por la nariz, poniendo una mano sobre el pecho y la otra sobre el abdomen, hasta conseguir que la mano del abdomen sea la que se mueva con la inspiración y no la mano que descansamos sobre nuestro pecho. Así, estaremos llevando el aire a la parte baja de los pulmones que es nuestro objetivo.

Una vez conseguido esto, intentamos mantener el aire antes de exhalarlo, contando hasta 3 mentalmente y lo expulsaremos de nuevo contando de forma lenta. Al expulsarlo, lo haremos como si estuviéramos echando vaho, es decir, contrayendo ligeramente los labios.

Una vez dominado este paso, en las siguientes expiraciones, cuando creamos que no tenemos más aire para expulsar intentaremos seguir un poco más con la exhalación, expulsando todo el aire residual que queda en nuestros pulmones.

A modo de resumen y para comenzar con los ejercicios de respiración: es importante no forzar la respiración, no consiste en llenarnos como un globo ni aguantar la respiración (ya que esto nos producirá estrés). Para comenzar a practicarla lo mejor es acostarse boca arriba de forma cómoda. Luego podremos practicarla de pie, una vez que manejemos la técnica de forma adecuada. Para comenzar, puedes realizar algunos suspiros que harán que de forma automática sientas la necesidad e inspirar de forma más profunda. A partir de aquí, intenta llevar al aire a la parte baja de los pulmones. Reten el aire pero de forma relajada, sin tensión, no fuerces este paso. Si no eres capaz de retenerlo en esa inspiración no pasa nada. Cuando comiences a soltar el aire, tu vientre se deshinchará como un globo y tus manos bajarán. Quédate un instante con los pulmones vacíos, sintiendo cómo te vas relajando, y en cuanto sientas nuevamente el impulso de inspirar, hazlo profunda y lentamente volviendo a llenar tus pulmones mientras tu abdomen sube.

Este simple procedimiento, practicado con regularidad, no solo nos instaura de forma natural la respiración abdominal sino que consigue estimular este nervio vago, y por tanto nuestro sistema parasimpático entra en acción, produciéndonos un estado de relajación que podemos utilizar para esos momentos en los que nos sentimos estresados, tensos o simplemente para inducir al organismo a un estado de tranquilidad y calma.

Espero que lo disfrutéis.