Ansiedad anticipatoria, esto es lo que se experimenta como miedo o angustia ante algo que pensamos que puede suceder en el futuro.

 

Se trata de un miedo a lo desconocido, a lo que no ha sucedido aún, y no sabemos si sucederá.

 

Ese miedo se queda con el presente, con el día a día. Tenemos hipotecados los días ante algo difuso que no sabemos que es, puede ser cualquier cosa, es cambiante, y por eso mismo nos sobrecoge.

 

Aunque la probabilidad de ocurrencia del suceso que nos produce esa angustia sea extremadamente baja, nuestra mente sobreestima esa probabilidad. Nos parece muy probable que ocurra. “Y si…” puede rellenarse de muchas cosas, parece que sucederá de un momento a otro.

 

Poner freno al malestar que nos producen esos pensamientos, pasa por reestructurar el pensamiento y centrarnos en el presente. En lo que nos ocurre de verdad. Para que el pensamiento anticipatorio fuera real, sería necesario que dispusiéramos de una bola de cristal, así podríamos conocer el futuro y tener controladas las posibles ocurrencias de los “y si…”.

 

Si hacemos la cuenta de las veces que ha ocurrido eso tan horrible y peligroso para nosotros que realmente sucede, veríamos que en realidad, ocurre en muy pocas ocasiones. Es cierto que puede ocurrir, casi todo puede ocurrir. Es cierto que en ocasiones vemos las noticias con sucesos que hacen real la frase “la realidad supera la ficción”: camión se estrella en salón de una casa, avión aterriza sobre el rio Hudson… pero si miramos los movimientos de camiones que pasan cerca de una vivienda, los aviones que sobrevuelan los ríos, etc, veremos que la probabilidad de que sucedan es extremadamente baja.

Estamos viviendo un tiempo que ninguno de nosotros teníamos previsto: pandemia mundial, ni en el peor de nuestros pensamientos podríamos pensar que un virus ocasionaría  la situación actual. Esto, no estaba en nuestros planes.

 

Esto nos enseña, que de lo único que tiene sentido preocuparse es por lo que está ocurriendo en el momento, poner los medios para que la situación mejore y no escuchar a esos miedos difusos sobre lo improbable que pueda suceder. Lo que tenga que suceder, sucederá, pensemos en ello o no, de nada sirve hipotecar el presente. Eso es lo único que tenemos para vivir. Solo podemos vivir la vida a medida que sucede.