Así pienso, así me siento.
En ocasiones nos sentimos tristes, bien, hasta aquí todo normal. Sentirse triste es necesario. Solemos pensar sobre la propia tristeza, y resulta fundamental para entender lo que nos sucede, pero esto se puede intensificar y prolongar en el tiempo. Lo que determina si un pensamiento es desadaptativo serán dos cosas fundamentales: INTENSIDAD y DURACIÓN del pensamiento.
Resulta normal que pensemos sobre cómo nos sentimos, pero cómo pensemos sobre esto, determinará cómo manejar los pensamientos y la percepción de pérdida de control que podemos percibir sobre la emoción que sentimos.
A veces, es más importante para nosotros la emoción que el propio acontecimiento que nos sucede. Pensamos sobre lo tristes que estamos y esto puede superarnos. La tristeza es una emoción compleja que produce cambios en la conducta, psicológicos y fisiológicos encaminados a asimilar lo que nos ocurre y facilitar el afrontamiento y la recuperación, pero esto no nos sale bien en todas las situaciones, ya que en ocasiones utilizamos estrategias que nos ayudan poco y el lenguaje interno con el que nos hablamos, tampoco ayuda mucho:
- Juzgarnos que el estado emocional que tenemos es negativo: es una debilidad, no puedo sentir esto, no soy capaz de nada, todo me sobrepasa…
- Creer que no somos capaces de hacer frente a la situación: no voy a poder, esto no lo voy a superar…
- Centrarnos demasiado en nuestras emociones. La emoción empieza a llenar todas las facetas de nuestra vida y empezamos a pensar que no existe nada más importante que nuestra emoción.
Con estos tipos de pensamientos, sólo conseguimos que aumente la confusión emocional y la recuperación.
Pensar sobre los motivos de nuestro estado de ánimo, sin duda resulta beneficioso si está encaminado a identificar y llegar a una solución, pero si caemos en una cadena de pensamientos repetidos, constantes y muy intensos que no tienen intención de solucionar nada, sólo parten del objetivo de centrarse en la emoción entramos en lo que llamamos “pensamientos rumiativos”, llamados así por la similitud que podemos determinar con el proceso de rumiación, que a modo de curiosidad se define como un fenómeno involuntario que implica regurgitar desde el estómago hacia la boca los alimentos, que vuelven a ser masticados y deglucidos, y que puede suceder hasta 20 veces posteriormente a la ingesta.
Cómo podemos detectar estos pensamientos:
- Si incluyen afirmaciones de este tipo: si no dejo de sentirme así… me sucederá algo malo, ¿por qué no puedo dejar de pensar en esto?
- Nos centramos en preguntarnos constantemente sobre como sentimos la tristeza: ¿Por qué no me siento mejor?, ¿Por qué no puedo concentrarme? ¿por qué me pasa esto a mí?, ¿Por qué los demás no tienen estos problemas?…
- Centrar los pensamientos en la valía propia, pensar que somos un fracaso, que no estamos a la altura, lo que nos llevará a minar nuestra autoestima.
En ocasiones, podemos creer que este estilo de pensamiento nos ayudará a resolver el problema, o la necesidad de controlar los pensamientos hagan que la rumiación se incremente y aparezca la ansiedad.
¿Qué podemos hacer con estos pensamientos?
Identifica si son tus pensamientos negativos los que te hacen estar más triste. Apúntalos en un papel cuándo los sientas.
¿Qué crees que pasará si dejas de pensar en tu tristeza? Cuándo aparezcan los pensamientos de tristeza, acéptalos y déjalos pasar sin más, pero no centres toda tu atención en ellos.
Sé realista sobre lo que puedes y no puedes hacer con tu tristeza. Estar triste, es pasajero, en ocasiones no se puede hacer nada para no estarlo, pero también se pueden hacer muchas otras cosas sintiéndose triste, y posiblemente hacer determinadas cosas hará que sea menos intensa la emoción.
Centrarse en el momento presente. De nada nos sirve pensar en el pasado ni en el futuro. Piensa en el aquí y ahora, no tenemos nada más que el presente, lo demás son pensamientos, y un pensamiento, no eres tú. No dejes que los pensamientos se queden con todo, tenemos millones de pensamientos al día, sólo que a algunos les damos una importancia que no les corresponde.